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Vacaciones Inteligentes ú Ocio Creativo







¿Porqué son necesarias unas vacaciones diferentes?








Para nadie es extraño que el ritmo vertiginoso de la vida de hoy va en detrimento de la salud física y psíquica de los seres humanos. La forma convulsionada de vivir en las grandes ciudades hace que las capacidades de las personas estén exigidas al máximo, al punto que el sistema nervioso como todos los órganos del cuerpo trabajan a niveles y frecuencias superiores a los que deberían funcionar, generando esto un desgaste energético que redunda en enfermedades de todo tipo: fatiga crónica, insomnio, depresión, ataques de pánico, desórdenes digestivos, circulatorios, alergias, etc.

Llegando, entonces el verano y con ello para algunos, la elección de las vacaciones, de ese espacio que uno se da a sí mismo, como posibilidad de revitalización y como forma de “cargar pilas”, tendría que hacerse de forma consciente, en el sentido que ese espacio y ese tiempo generen en uno  bienestar, alegría y salud.







Ocio creativo


Una de las características de nuestra civilización es que pareciera ser que el tiempo productivo es solo aquel que sirve para generar dinero. Este fuerte condicionamiento, que termina enfermándonos, ha hecho de muchos de nosotros, seres incapaces de saber disfrutar de los diferentes aspectos de la vida, como por ej., contemplar las hojas de un árbol, escuchar el sonido del viento, el canto de los pájaros…

La Nueva Medicina hace mucho hincapié en la posibilidad curativa que tiene el reposo y la capacidad de contemplación. Existen muchos lugares en el mundo, centros de revitalización, que se dedican solamente a brindar los medios necesarios para que las personas aprendan a “reposar”, entendiendo que ésta es una forma de restablecimiento de la condición psico-física y de ordenar la mente y el cuerpo.

La conciencia personal acerca de la necesidad del reposo y el descanso en sí mismo, implican un ocio creativo, ya que a partir de ese mismo descanso se regeneran todas las funciones vitales.

El ocio creativo es también poder parar la mente, ese incesante parloteo que agota las capacidades básicas del ser humano. El ocio creativo permite conectarse con las sensaciones, con los sentidos, con la posibilidad de desestructurarse, de romper con los moldes conocidos. La sensualidad ¿no es acaso poder estar relajado y profundamente perceptivo a lo que a uno le rodea, sin pensamientos sobre lo que pasó o lo que va a pasar, es decir totalmente conectado con lo que “es” de instante a instante?

La elección del lugar y cómo desarrollar ese ocio creativo


Las posibilidades son muchas, hoy se encuentran los llamados circuitos de Turismo Ecológico, Rural, Turismo Salud, Bio-Turismo. Existen pequeños pueblos de mar o de montaña que nos muestran una diferencia tan polarizada con la vida de las grandes ciudades; estos pequeños pueblos lo llevan a uno a conectarse con personas con valores tan diferentes a los conocidos, allí existen la solidaridad, una calidez que emana de las sonrisas, todavía en esos pueblos se cree en la palabra y uno siente que puede volver a las raíces, a aquello autóctono que tan ligado está a la naturaleza misma. Estos pequeños pueblos son típicos de Latinoamérica y en el mundo entero cada vez es mayor la oferta de un turismo ecológico que permite a las personas acercarse a vivencias relacionadas con la naturaleza, la agricultura, la salud y el cuidado de uno mismo. Por lo tanto es mucho más saludable vacacionar en lugares agrestes y de plena naturaleza que en centros turísticos muy poblados.

A la hora de elegir lo importante es entender que es lo que uno más necesita: Mar, Montaña.

El mar con la fuerza de sus minerales, yodo, magnesio, regula el funcionamiento de tiroides que tan ligado está a nuestros estados de ánimo y sexualidad. El aporte de magnesio que tiene el agua de mar va a compensar tanta falta que hoy existe de este mineral y que justamente dicha falta es una de las causantes de la depresión. Es a su vez estimulante y tonificante, indicado para rinitis, faringitis, bronquitis crónicas, amigdalitis, afecciones inflamatorias de oídos, estados anémicos, de agotamiento orgánico relacionados con la pubertad o la menopausia.

La montaña con sus ríos subterráneos aporta minerales como hierro, calcio, fósforo, tiene un efecto estimulante, pero a su vez tranquilizante, generando estados de apacibilidad y sosiego, es ideal para personas debilitadas, deprimidas y convalecientes. Restablece anemias, afecciones respiratorias, síndromes diabéticos, acidificación de la sangre, problemas de insomnio y relacionados con el sistema nervioso en general.

Ya sea cerca del mar o inmerso entre montañas o sierras, el sol, el aire, el agua, la tierra, actúan a través de sus ciclos de autorregulación, dándonos el máximo de vitalidad y energía; lo mismo sucede con una buena alimentación y una actividad física acorde.

El poder curativo del agua


Todos los sistemas médicos de la antigüedad indicaban que el agua no solo servía para tratar síntomas específicos, sino que era el origen de nuestra fuerza vital.

Pisar o caminar sobre el agua fría del mar, de ríos o arroyos es excelente para activar la circulación y para combatir el estreñimiento. Beber agua de mar puede ser el alivio para muchas enfermedades ya que su alto contenido en magnesio incrementa las posibilidades de defensa del organismo, aumenta la diuresis y alivia el estreñimiento crónico; se recomienda beber aquella que se capte a 20 km. de la costa para evitar contaminación. Beber el agua de montaña, sobre todo de aquellos lugares con aguas minerales y no de deshielo que no contiene ningún nutriente, también se recomienda beber aquellas que salen directamente de vertientes subterráneas, lejos de lugares por donde pastorean animales.

Caminar descalzo por el rocío bien temprano a la mañana es una vieja técnica india curativa aconsejada por el padre de la hidroterapia, S. Kneipp. Es aconsejable lugares con césped y caminar durante 15 minutos, lo cual genera fortaleza física, levantando las defensas y el sistema inmunológico, ya que los minerales de la tierra penetran a través de la planta de los pies y especialmente de mañana están en su mayor potencia.

Bañarse en ríos o arroyos de montaña y alternar secándose sobre piedra calienta, genera una activación circulatoria muy importante.

El poder curativo del sol


Ver salir la luz del sol a través de la montaña o ver el amanecer sentado en la arena cerca del mar son vivencias únicas ya que el sol del amanecer aporta una cantidad de melatonina de la que adolecemos los seres humanos y cuya falta es causante de insomnio y depresión.

El sol tomado en dosis moderadas y no en exposiciones largas, antes de las 10 de la mañana y después de las 5 de la tarde aporta Vit. D que ayuda a fijar el calcio y a su vez es una fuente de energía pura ayudando a levantar las defensas del organismo. Las funciones digestivas también se favorecen, se estimula el apetito. Los leucocitos, hematíes y hemoglobina aumentan, las funciones metabólicas experimentan una activación, se estimulan las glándulas endocrinas, sobre todo tiroides y gónadas.

El poder curativo del aire


El primer vínculo que uno tiene con la vida es con la respiración, si no respiramos no vivimos. Respirar un aire cargado de fuerza, pureza, de iones negativos que son los propios de lugares descontaminados, alcaliniza la sangre. Caminar por senderos de montañas o por playas poco habitadas, llevando el aire lo más abajo posible, a un punto que está a 4 dedos por debajo del ombligo y expirar naturalmente, caminando con la pelvis hacia adelante, los hombros bajos y hacia atrás, la mirada hacia el horizonte, todo esto amplía la visión, la mirada interior y la mente. Buscar de hacer ejercicios respiratorios, sentado debajo de los árboles, o en la arena, o mientras estamos con los pies sumergidos en el agua. Un ejercicio respiratorio ideal para ayudar a descargar tensiones y excesos de todo tipo es inspirar en un tiempo y expirar en el doble, es decir inspiro en 1 expiro en 2, inspiro en 2 expiro en 4, 3-6, 4-8 y así sucesivamente.

El poder curativo de la tierra


La arena marina contiene los elementos químicos del mar e incluso del aire debido a su elevada porosidad y permeabilidad.

El barro termal, o bien la arcilla de zonas serranas o montañosas son excelentes bactericidas, antisépticos, desinflamatorios, ayudan a eliminar las toxinas del cuerpo y a su vez aportan toda la potencia de la tierra y sus minerales. Tanto el barro como la arcilla ayudan a eliminar el ácido úrico, son también calmantes de las zonas de dolor. Los baños de arena, arcilla o fango termal son aliados que no podemos desaprovechar de usar para equilibrar nuestra condición física y mental.

La elección inteligente del alimento


El verano es un momento en que la ingesta de alimentos ha de ser menor que en otra época del año. Uno en vacaciones tiende a comer más de lo que habitualmente está acostumbrado debido a que está más relajado o bien a que tiene más tiempo disponible. Este comer más de lo que se está habituado puede convertirse en un problema ya que, incluso por más sana que sea la elección de la comida, el exceso de alimento perjudica las funciones digestivas y circulatorias. Por esto lo ideal es comer lo necesario y estar atento a las cantidades. Tanto en el mar como en la montaña es bueno reducir la cantidad de proteínas, por efecto del calor y del sol, además el aire mismo que respiramos, el agua y todo lo que hablamos anteriormente nos aportan nutrientes que no necesariamente tienen que incluirse por el alimento. Consumir frutas de estación, muchas ensaladas con verduras crudas y cocidas, menos cereales integrales que en otros momentos pero sí en cantidades moderadas los siguientes: arroz integral, fideos integrales, trigo burgol, quínoa, en formas de ensalada con verduras crudas y cocidas. Algunas veces yogurt natural, un poco de ricota, algunas veces una ensalada de lentejas, garbanzos, porotos y comer pescados de la zona pero poco durante la semana. En el mar aprovechar el salmón de mares profundos que contiene el Omega 3, antioxidante tan poderoso que actúa como anticancerígeno y preventivo de desórdenes vasculares y circulatorios; en la montaña las truchas de ríos fríos contienen también Omega 3, generando los mismos beneficios.

La actividad física


Si no hay movimiento no hay salud. La falta y el exceso generan lo mismo, una acidificación de la sangre, una incapacidad de eliminar los deshechos del organismo y un estado de sosiego en la mente. En el mar las caminatas descalzo por la arena, yoga en la playa mientras sale el sol o se pone en el horizonte. En la montaña caminatas entre arroyos y piedras viendo salir la luz del sol a través de ellas, poder entre sendero y sendero bañarse en arroyos y ríos. Aprovechar el calor para poder flexibilizar aún más el cuerpo y conocer las posibilidades del mismo, trabajar las articulaciones en el verano para evitar los endurecimientos del invierno. La actividad física nos permite ser conscientes de si existe un buen tono muscular, es decir la suficiente solidez física que también es la psicológica y que es la que nos permite en definitiva, poder dar respuestas acordes a las diferentes situaciones de la vida.

La capacidad de contemplación


En una hamaca paraguaya cerrar los ojos y recibir esa brisa sobre la piel, conectarse con los pájaros, escuchando su lenguaje, observar sus movimientos, Impregnarse de cielos diáfanos.

Sentir la calidez de la arena y llevar la mirada al horizonte, escuchar el canto del mar, conectarse con el nacimiento y el fin de las olas (todo nace y todo muere). Observar a los pescadores haciendo su labor o bien a los campesinos trabajar la tierra.

En las noches cálidas del verano mirar hacia arriba y sentir la pequeñez de uno entre tantas estrellas, tomar baños de lunas crecientes, llenas, menguantes… Observar las estrellas fugaces mientras se escucha el sonido de grillos, búhos, ranas y tantos otros compañeros de la noche.  

Este tiempo de vacaciones en lugares agrestes nos permite romper estructuras, moldes, soltar aquellas cosas que están enquistadas y que tienen que ver con miedos, exigencias, prejuicios. Aprovechemos esta instancia para tener una actitud más sensitiva, estar sin calzado, lo más suelto posible de ropas, sentir el cuerpo, estar más entregado a los vínculos personales, libre de actitudes defensivas, en definitiva, estar más entregado a la vida toda.

Estas vivencias quedan tan marcadas en uno que permiten sentirse parte de TODO. Esta sensación de ser parte y no estar separado, esta posibilidad de descubrir la Naturaleza en todas sus facetas y sentirse perteneciente a ella, enseña a vivir y luego todas esas sensaciones quedan en uno y uno percibe que hay un estado al que es posible acceder y no quiere perder y uno aprende, entonces a vivir con más sensualidad y menos presionado por uno mismo y por lo externo.

Ojalá al regresar no sintamos que la vorágine nos atrapó nuevamente y que no sea la vida quien nos maneje sino que nosotros podamos manejar nuestra vida.

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