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¿Qué Es El Amor?








El texto que transcribimos a continuación, lo elegimos por considerarlo valioso en un momento de la humanidad en que existen dificultades en los vínculos afectivos y en dónde el desamor, el individualismo y la confusión prevalecen.

Lo expuesto por Krishnamurti puede llegar a ser una invitación a cuestionar, dudar, preguntarse acerca de nuestra forma de relacionarnos con los otros y con la vida en su totalidad.

También lo consideramos importante porque es un enfoque libre de dogmas o de una filosofía en particular, e invita a tomar conciencia de los hechos reales de nuestra vida.

Ha sido extractado del libro: “Libérese del Pasado”, perteneciente a recopilaciones de charlas dadas por J. Krishnamurti.

Jidu Krishnamurti, fue un filósofo hindú, que vivió en el siglo pasado (1895 – 1986), y que pasó la mayor parte de su vida en EEUU y Europa, dando charlas, invitando al ser humano a buscar su libertad. Creó escuelas en India, Inglaterra y EEUU., en las cuales se intenta generar la posibilidad de que los seres humanos que allí se educan puedan florecer en la bondad.

Hoy en la Argentina, existe una escuela, “La Cecilia”, en Monte Vera, provincia de Santa Fé, dónde se lleva a cabo esta propuesta educativa: http://www.lacecilia.org/

Publicación autorizada por la Fundación Krishnamurti Latinoamericana  www.fundacionkrishnamurti.org – e-mail: info@fundacionkrishnamurti.org








La exigencia de estar seguros en una relación inevitablemente engendra sufrimiento y temor. Esta búsqueda de seguridad invita a la inseguridad. ¿Alguna vez hallaron seguridad en una de sus relaciones? ¿Fue así? La mayoría de nosotros queremos la seguridad de amar y ser amados. ¿Pero hay amor cuando cada uno de nosotros busca su propia seguridad, su propia ruta particular? No somos amados porque no sabemos cómo amar.








¿Qué es el amor? La palabra está tan cargada y corrompida, que casi no me agrada usarla. Todo el mundo habla de amor; las revistas, los diarios, los misioneros… todos hablan perpetuamente de amor. “Amor a mi país, amo a mi rey, amo cierto libro, amo esa montaña, amo el placer, amo a mi esposa, amo a Dios”. ¿Es una idea el amor? Si lo es, puede ser cultivado, nutrido, acariciado, empujado de un lado a otro, deformado a nuestro antojo. Cuando decimos que amamos a Dios, ¿qué significa eso? Significa que amamos una proyección imaginaria, una proyección de nosotros mismo revestida con cierta forma de respetabilidad conforme a lo que pensamos que es noble y santo; de modo que decir: “Amo a Dios”, es un absoluto desatino. Cuando ustedes adoran a Dios, se están adorando a sí mismos. Y eso no es amor.

Debido a que no podemos resolver esta cosa humana llamada amor, escapamos hacia abstracciones. El amor puede ser la solución final a todas las dificultades del hombre, a sus problemas y afanes; entonces, ¿cómo vamos a descubrir qué es el amor? ¿Limitándonos a definirlo? La iglesia lo ha definido de un modo, la sociedad de otro, y hay toda clase de desviaciones y perversiones. Adorar a alguien, dormir con alguien, el intercambio emocional, el compañerismo… ¿es eso lo que entendemos por amor?

Esa ha sido la norma, el patrón, y ello se ha vuelto tan tremendamente personal, sensual y estrecho, que las religiones han declarado que el amor es mucho más que esto. En lo que ellas llaman “amor humano”, ven que hay placer, competencia, celos, deseo de poseer, retener, controlar e interferir con el pensar de otra persona, y conociendo la complejidad de todo esto, dicen que debe existir otra clase de amor: divino, bello, indemne, incorrupto.



En todas partes del mundo, los hombres así llamados santos, han sostenido que mirar a una mujer es algo totalmente censurable; dicen que uno no puede acercarse a Dios si se abandona al sexo; en consecuencia, lo hacen a un lado aunque se sientan devorados por él. Pero, al negar la sexualidad, se sacan los ojos y se cortan la lengua, porque niegan toda la belleza de la tierra. Han hambreado sus corazones y sus mentes; son seres humanos desecados; han desterrado la belleza porque la belleza está asociada con la mujer.

¿Puede el amor ser dividido en sagrado y profano, en humano y divino, o sólo existe el amor? El amor, ¿es del uno y no de los muchos? Si digo: “Te amo”, ¿excluye eso el amor a otro ser humano? ¿Es personal el amor o es impersonal? ¿Es moral o inmoral? ¿Es familiar o es no familiar? Si uno ama  a la humanidad, ¿puede amar lo particular? ¿Es sentimiento el amor? ¿Es emoción? ¿Es placer y deseo? Todas estas preguntas indican, ¿no es así?, que tenemos ideas acerca del amor, ideas acerca de lo que este debería o no debería ser, un modelo o un código desarrollado por la cultura en que vivimos.

Para investigar pues, la cuestión de lo que es el amor, debemos primero liberarnos de lo que los siglos han incrustado en nosotros, desechar todos los ideales y las ideologías acerca de lo que debería o no debería ser. El dividirlo todo en lo que debería ser, y lo que es, constituye la más engañosa forma de habérselas con la vida.


…¿Es una idea el amor? Si lo es, puede ser cultivado, nutrido, acariciado, empujado de un lado a otro, deformado a nuestro antojo…







Ahora bien, ¿cómo voy a descubrir qué es esta llama a la que doy el nombre de amor – no cómo voy a expresarla a otra persona, sino que implica en sí misma –? Primero rechazaré lo que han dicho al respecto la iglesia, la sociedad, mis padres y amigos, toda persona y todo libro; lo rechazaré porque quiero descubrir por mí mismo qué es el amor. Aquí hay un problema inmenso que involucra a toda la humanidad.

Ha habido mil maneras de definir el amor, y yo mismo estoy atrapado en un patrón u otro, conforme a lo que me agrada o deleita en ese momento. ¿No debo, pues, a fin de comprenderlo, liberarme en primer lugar de mis propias inclinaciones y prejuicios? Estoy confuso, atormentado por mis propios deseos, así que me digo: “Primero despeja tu propia confusión. Quizás puedas descubrir qué es el amor, viendo todo aquello que no lo es”.

El gobierno nos dice que vayamos y matemos por amor a nuestro país. ¿Es amor eso? La religión nos dice que renunciemos al sexo por amor a Dios.

¿Es amor eso? El deseo, ¿es amor? No diga que no. Para la mayoría de nosotros, el amor es deseo con placer, placer que obtenemos por medio de los sentidos, del apego sexual y su satisfacción. No estoy contra el sexo, pero veamos qué implica. Lo que el sexo nos brinda momentáneamente es el abandono total de nosotros mismos; después, regresamos nuevamente a nuestra confusión y deseamos una y otra vez la repetición de ese estado en el que no hay preocupaciones ni problemas ni “yo”.

Usted dice que ama a su esposa. En ese amor está contenido el placer sexual, el placer de tener en la casa a alguien que cuide a sus hijos, que cocine. Usted depende de ella; ella le ha entregado su cuerpo, sus emociones, su estímulo, cierto sentimiento de seguridad y bienestar. Y entonces sucede que ella lo abandona; se ha aburrido o se escapa con algún otro. Y a usted se le destruye todo su equilibrio emocional; y esta perturbación que le desagrada es lo que llaman celos. En eso hay pena, ansiedad, odio y violencia. De modo que, en realidad, está usted diciendo: “En tanto me pertenezcas, te amo, pero tan pronto dejes de hacerlo, comenzaré a odiarte.

Mientras pueda confiar en ti para satisfacer mis exigencias sexuales y de otro tipo, te amo, pero apenas dejes de proporcionarme lo que deseo, ya no me agradas”. Por lo tanto, entre ustedes hay antagonismo, hay separación, y cada uno se siente separado de otro, no hay amor. Pero si puede vivir con su esposa sin que el pensamiento genera en usted todo estos estados contradictorios, estas interminables disputas, entonces quizá – quizá – sabrá qué es el amor.

Entonces es usted completamente libre y lo es ella, mientras que si depende de su esposa para todos sus propios placeres, es un esclavo de ella. Así pues, cuando uno ama tiene que haber libertad, no sólo respecto de la otra persona, sino respecto de uno mismo.

Este pertenecer a otro, este ser nutrido psicológicamente por otro, depender de otro… en todo esto tiene que haber siempre ansiedad, miedo, celos, culpa; y en tanto haya miedo no hay amor. Una mente agobiada por el sufrimiento jamás sabrá qué es el amor. El sentimentalismo y el emocionalismo no tienen nada que ver con el amor. Y el amor no tiene, pues, nada que ver con el placer y el deseo.








El amor no es producto del pensamiento. El pensamiento, que es el pasado, no puede cultivar el amor. El amor no está encerrado ni atrapado en los celos, porque los celos pertenecen al pasado. El amor es siempre activo, está siempre en el presente. No es: “Yo amaré”, ó “he amado”. Si usted conoce el amor, no seguirá a nadie. El amor no obedece. El amor no es cuestión de respeto ni de falta de respeto.

¿No sabe usted qué significa amar verdaderamente a alguien, amar sin odio, sin ira, sin desear interferir con lo que el otro hace o piensa, sin condenar, sin comparar… no sabe lo que eso significa? Donde hay amor, ¿hay comparación? Cuando usted ama a alguien, con todo su corazón, con toda su mente, con todo su cuerpo, con su ser total, ¿hay comparación? Cuando se abandona totalmente a ese amor, no existe lo otro.

¿Es el amor cosa de responsabilidad y deber? ¿Usará el amor esas palabras? Cuando uno hace algo a causa del deber, ¿hay en eso amor alguno? En el deber no hay amor. La estructura del deber, en la que el ser humano se halla atrapado, lo está destruyendo. En tanto uno esté obligado a hacer algo porque ese es su deber, no puede amar lo que está haciendo. Cuando hay amor, uno no actúa por deber ni por responsabilidad.

Casi todos los padres, desafortunadamente, piensan que son responsables por sus hijos, y su sentido de responsabilidad adopta la forma de decirles lo que deben y lo que no deben hacer, lo que debe y lo que no deben llegar a ser en la vida. Los padres quieren que sus hijos tengan una posición segura en la sociedad. Lo que ellos llaman responsabilidad, forma parte de esa respetabilidad que veneran; y, a mi entender, donde hay respetabilidad no hay orden. Ellos se interesan tan sólo en que sus hijos se conviertan en unos perfectos burgueses. Cuando los preparan para que encajen en la sociedad, están perpetuando el conflicto, la brutalidad y la guerra. ¿Llama a eso cuidado y amor por los hijos?



Cuidar realmente a alguien es cuidarlo como uno cuidaría un árbol o una planta; uno la riega, estudia sus necesidades, busca la mejor tierra, se ocupa de ella con delicadeza y ternura; pero cuando uno prepara a sus hijos para que encajen en la sociedad, los está preparando para que los maten. Si ustedes amaran a sus hijos, no tendrían guerras.

Cuando usted pierde a alguien a quien ama, derrama lágrimas. Sus lágrimas, ¿son por usted mismo o por la persona que ha muerto? ¿Llora por el otro o por sí mismo? ¿Alguna vez ha llorado por otro? ¿Alguna vez ha llorado por su hijo, muerto en el campo de batalla? Ha llorado, sí, pero esas lágrimas, ¿surgieron de la autocompasión o ha llorado porque mataron a un ser humano? Si llora a causa de la autocompasión, sus lágrimas no tienen sentido, porque usted se preocupa por sí mismo. Si llora porque se ha visto privado de alguien en quien había invertido mucho afecto, ese no era verdadero afecto. Cuando llora por su hermano que ha muerto, llore por él. Es muy fácil llorar por usted mismo a causa de que él se ha ido. Aparentemente, está llorando porque su corazón se halla conmovido, pero no se halla conmovido por él; sólo se conmueve debido a la autocompasión, y la autocompasión lo endurece, lo encierra a usted en sí mismo, lo embota y atonta. Cuando usted llora por sí mismo, ¿es eso amor? ¿Es amor llorar porque se siente sólo, porque lo han abandonado, porque ya no es más poderoso – lamentándose de su destino, de su entorno –, siempre derramando lágrimas por usted? Si comprende esto, lo cual implica que entra en contacto con ello tan directamente como si tocara un árbol o una columna o una mano, entonces verá que el dolor es autocreado, que lo crea el pensamiento, que es el resultado del tiempo. Hace tres años tenía a mi hermano, y ahora está muerto, ahora me siento sólo, sufro, no hay nadie a quien pueda acudir por consuelo o compañía, y eso trae lágrimas a mis ojos.








Todo esto puede verlo ocurriendo dentro de usted, si lo observa. Puede verlo plenamente, completamente, de una sola mirada, no tiene que emplear tiempo analizándolo. En un instante puede ver toda la estructura y naturaleza de esta pequeña cosa vulgar llamada el “yo”: mis lágrimas, mi familia, mi nación, mi creencia, mi religión… Toda esa fealdad se encuentra dentro de usted. Cuando ve eso con su corazón, no con su mente, cuando lo ve desde el fondo mismo de su corazón, tiene la llave que habrá de terminar con el dolor. El dolor y el amor no pueden ir juntos, pero en el mundo cristiano han idealizado el sufrimiento, lo han puesto en una cruz y lo han adorado, dando a entender que uno jamás podrá escapar del sufrimiento excepto a través de esa única puerta en particular, y esta es toda la estructura de una sociedad religiosa y explotadora.

Cuando usted pregunta, pues, qué es el amor, quizás tenga demasiado miedo de ver la respuesta. Puede significar un completo cataclismo, podría disolver la familia; usted podría descubrir que no ama a su esposa, a su marido, a sus hijos, ¿no es así?, podría tener que hacer añicos la casa que ha construido, podría no regresar nunca más al templo.

Pero si, a pesar de eso, quiere descubrir, verá que el miedo no es amor, que la dependencia no es amor, que el afán de poseer y dominar no es amor, que no son amor la responsabilidad y el deber, la autocompasión, la angustia de no ser amado; que el amor no es lo opuesto del odio, tal como la humildad no es lo opuesto de la vanidad. Por lo tanto, si usted quiere eliminar todas estas cosas, no mediante la fuerza, sino tal como la lluvia lava una hoja limpiándola del polvo acumulado durante muchos años, entonces quizás dará con esta flor extraña que el hombre siempre ha anhelado.

Si usted no tiene amor – no sólo en pequeñas gotas sino en abundancia –, si no está lleno de amor, el mundo marchará al desastre. Usted sabe intelectualmente que la unión de la humanidad es esencial, y que el amor es el único camino, pero ¿quién va a enseñarle cómo amar? ¿Alguna autoridad, algún método, algún sistema, le dirán cómo amar? Si alguien se lo dice, eso no es amor. ¿Puede usted decir: “Practicaré el amor, me sentaré día tras día y pensaré al respecto? ¿Practicaré siendo bondadoso y amable, y me esforzaré en prestar atención a los demás”? ¿Quiere usted decir que puede disciplinarse para amar, que puede ejercitar la voluntad para amar? Cuando uno ejercita la disciplina y la voluntad para amar, el amor se va por la ventana. Practicando algún método o sistema de amar, quizás se vuelve usted extraordinariamente hábil o más benévolo o alcanza un estado de no violencia, pero eso no tiene nada que ver con el amor.

En este mundo atormentado y desierto no hay amor, porque el placer y el deseo juegan los roles principales; pero sin amor, nuestra vida de todos los días no tiene sentido. Y usted no puede tener amor si no hay belleza. La belleza no es algo que uno ve – no es un bello árbol, un bello cuadro, un bello edificio, una bella mujer –. Hay belleza sólo cuando nuestro corazón y nuestra mente saben que es el amor. Sin amor y ese sentido de la belleza, no hay virtud, y usted sabe muy bien que, haga lo que hiciere – mejorar la sociedad, alimentar a los pobres –, sólo estará generando más daño, porque sin amor sólo hay fealdad y pobreza en su propia mente y en su corazón. Pero cuando hay amor y belleza, cualquier cosa que usted haga estará bien, cualquier cosa que haga estará en orden. Si usted sabe amar, entonces puede hacer lo que quiera, porque ello resolverá todos los demás problemas.

Llegamos, pues, al punto: ¿puede la mente, sin disciplinas, sin pensamiento, sin esfuerzo, sin libro, maestro ni líder alguno, dar con el amor, dar con él como uno da con una bella puesta del Sol? Me parece que una cosa es absolutamente necesaria, y es la pasión sin motivo, pasión que no es el resultado de algún compromiso o apego, pasión que no es lujuria. Un hombre que no sabe qué es esa pasión, jamás conocerá el amor, porque el amor surge a la existencia únicamente cuando hay total olvido de uno mismo.

Una mente que busca no es una mente apasionada, y dar con el amor sin buscarlo es la única manera, dar con él inadvertidamente y no como resultado de la experiencia o de esfuerzo alguno. Usted descubrirá que un amor así no pertenece al tiempo; es personal e impersonal, es amor a uno y amor a muchos. Como una flor que exhala perfume, usted puede aspirarlo o pasar de largo. Esa flor es para todos y para aquel que se toma el trabajo de aspirar profundamente su fragancia y contemplarla con deleite. Ya sea que uno se encuentre muy cerca en el jardín o muy lejos, para la flor es igual, porque está llena de ese perfume y, por lo tanto, lo comparte con todos.

El amor es algo siempre nuevo, fresco, vital. No tiene ayer ni mañana. Está más allá de la confusión del pensamiento. Sólo la mente inocente sabe qué es el amor y puede vivir en el mundo – que no es inocente. Descubrir esta cosa extraordinaria que el hombre ha buscado incesantemente por medio del sacrificio, de la adoración, de las relaciones, del sexo, de todas las formas de placer y dolor, es posible sólo cuando el pensamiento alcanza a comprenderse a sí mismo y llega naturalmente a su fin. Entonces el amor no tiene opuesto y, por ende, carece en absoluto de conflicto.

Usted podrá preguntar: “Si encuentro un amor así, ¿qué ocurre con mi esposa, mis hijos, mi familia? Ellos deben tener seguridad”. Cuando uno formula una pregunta semejante es porque nunca ha estado fuera del campo del pensamiento, del campo de la conciencia. Una vez que usted ha estado fuera de ese campo, jamás formulará una pregunta así, porque entonces sabrá qué es el amor en el que no existe el pensamiento y, por consiguiente, no existe el tiempo. Usted podrá leer esto, hipnotizado y encantado, pero ir de veras más allá del pensamiento y el tiempo – que implica ir más allá del sufrimiento – es darse cuenta de que existe una dimensión diferente llamada amor.

Pero usted no sabe cómo dar con esta fuente extraordinaria. Entonces, ¿qué hace? Si no sabe qué hacer, no hace nada, ¿verdad? Absolutamente nada. Entonces se halla por completo silencioso en lo interno. ¿Comprende lo que eso significa? Significa que no busca, no desea, no percibe cosa alguna; no hay centro en absoluto. Entonces hay amor.


Del libro: “Libérese del Pasado” – Capitulo Nº 5 – J. Krishnamurti – © 1969 Krishnamurti Foundation Trust, Ltd. (KFTL)

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