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Reportaje a los Directores de Las Dalias – Centro de Terapias Naturales








El material de esta nota es un reportaje que nos hicieron del periódico “Urbano y Orgánico”, que se distribuye en la zona Norte de Buenos Aires.

Nos pareció que su contenido podría ser trasmitido a todos los suscriptos, ya que las preguntas que nos realizaron contribuyen a generar reflexiones profundas sobre la salud, la enfermedad, una vida sana, la posibilidad de cambiar, el sentido de la vida.

Lo importante no es tomar nuestras respuestas como modelos, sino que cada uno pueda encontrar, en sí mismo, sus propias respuestas.

Para todos los que estén interesados en suscribirse gratuitamente a este periódico, la dirección es: urbanoyorganico@hotmail.com

1-¿Cómo vive la gente en el siglo XXI?


Se vive con apuro, con un ritmo acelerado, en la búsqueda de objetivos y logros, y no en el mientras tanto.

Hay una aceleración “per se”, instalada en cada persona, contraria a la propia estructura humana, que existe en el inconsciente colectivo y genera un colapso en las funciones naturales del cuerpo y de la mente.

La televisión, las computadoras, la tecnología en general, aceleran el sistema nervioso, exigiendo a la mente ir a una velocidad mayor de la que le es propia.

El exceso en el consumo de excitantes como café, hierba mate, té negro, alcohol, carnes, grasas, azúcares y químicos en general, con el agregado de los contaminantes ambientales como los que derivan del uso del aire acondicionado, los formaldehídos utilizados en la construcción de edificios inteligentes, shoppings, aeropuertos, entre otros, generan extremos: aceleración por un lado, y luego una sensación extrema de cansancio, de “no poder más”.

No existe una energía genuina, propia, sino que ésta en general proviene del afuera, como producto del consumo de estimulantes y de la excitación que da la valoración y el reconocimiento que los otros puedan tener de uno, de los logros obtenidos o por obtener, del poder, del tener, del consumir objetos. También la adrenalina que se genera en la acción durante la tarea cotidiana es otra fuente de energía falsa.

Se vive cansado, también, porque se demanda el atender varios asuntos a la vez, lo que representa una fuente de estrés, además de sobre exigir la capacidad natural de la mente.

Otra de las características de esta época es el individualismo. Se vive en forma auto-centrada, buscando el placer y la seguridad, pero esa búsqueda es infructuosa, ya que el placer que proviene de afuera no satisface, y la seguridad como tal no existe. Frente a esto surgen sentimientos de frustración y miedo, que son los que imperan, se pone tanto la atención en el sí mismo que esto imposibilita generar vínculos, y las personas terminan quedándose solas.

Otra característica de la actualidad es que no hay valores: se vive, en general, una cultura light, donde no existe la virtud ni el florecer en la bondad, o el interesarse por el otro. La necesidad de seguridad, de que a uno no le falte el dinero es tan grande, que la competencia es feroz y con tal de no perder la certeza no se tiene en cuenta al que está al lado.

Hay valores que están en extinción, como el compañerismo, la bondad, la humildad, la compasión, la generosidad.

No hay conciencia de la inmensidad de cada ser humano y de la vida toda, de lo manifestado y de lo in-manifestado. Vivimos en ausencia de lo sagrado, entendiendo por esto el estar en comunión con todo lo existente.   

Digamos que la humanización ha dado lugar a la materialización.

2-¿Qué problemas o inquietudes encuentran en la gente que llega a Las Dalias?


Justamente, en contraste con todo lo dicho anteriormente, existen personas que tienen necesidad de cambio, de salir de esa vorágine colectiva que anula sus capacidades esenciales.

Sus inquietudes son el conectarse con valores humanos, salir del sí mismo y de la materialización reinante, conectarse con lo noble de la vida, integrarse a la Naturaleza, cuidar su salud en forma natural, no agresivamente, a través de la meditación, de las actividades físicas y expresivas, de la alimentación sana y el contacto con la tierra, con el agua, el aire puro, el sol y, fundamentalmente, valorando la grandeza de lo simple, de lo pequeño.

También buscan vínculos sinceros a partir del contacto con personas afines.

Los problemas son básicamente la falta de energía, la desconexión con su interior y con su cuerpo, la necesidad de parar el incesante parloteo mental para poder registrar lo que les sucede. Muchos sienten que no son ellos mismos, y quieren encontrar quiénes son verdaderamente.

Hay una sobrecarga física y emocional. Las personas se acercan buscando resolver las problemáticas propias de esta época: estrés, ansiedad, insomnio, sobrepeso, problemas digestivos, agotamiento, sensación de debilidad, y otras.

3-¿Qué es una persona sana?


Una persona sana es aquella que tiene vitalidad, entusiasmo, ganas de afrontar los desafíos de la vida a los que, justamente, toma como formas de crecimiento.

Es quien no ve a los problemas como tales, sino como una oportunidad de aprendizaje. Cuando nos referimos a problemas, éstos pueden ser desde un dolor de cabeza, hinchazón del abdomen, sentimientos de miedo, angustia o irritabilidad, hasta la falta de dinero o una separación matrimonial.

4-¿Qué enfoque proponen para vivir una vida mejor? y ¿qué lo diferencia de los enfoques tradicionales?


Nuestro enfoque parte de la idea de lo que llamamos la trama de la vida, es decir, de la comprensión de lo holístico, de lo sistémico, de la interrelación que hay en todo lo existente.

Nuestra forma de ver la salud es no intervencionista. Implica no ir a los síntomas, que son las manifestaciones visibles de lo que le ocurre al ser humano en lo psicofísico. Se trata de entender que uno es el síntoma, uno es el miedo, el dolor de estómago.

Se parte de la no lucha, del no esfuerzo, del no rechazo por lo que se manifiesta, del no enojo y sí del profundo respeto, afecto, entrega a lo que a cada uno le ocurre, a lo que se manifiesta de instante a instante.

Nuestra terapia consiste en respetar los ciclos de autorregulación de la Naturaleza, acompañando las manifestaciones con terapias naturales como una alimentación especial para cada persona en particular, actividad física diaria, meditación, tratamientos con elementos naturales como arcilla, agua, algas, aceites esenciales.

Se trata de permitir que se descargue y exprese sin resistencia aquello que está estancado, que necesita salir, permitiendo liberar energía acumulada para una posterior resolución. Y consiste, además, en ayudar a aumentar las defensas naturales del organismo, generando orden, mejorando el alimento, contribuyendo a darse espacios de silencio, a dormir lo necesario, a aprender a parar.

En la medida en que la persona purifica su cuerpo y su mente, que se conecta consigo misma y se da tiempos y espacios, adviene energía, fuerza, solidez, y es ahí donde nacen las respuestas que permiten comprender los conflictos y trascenderlos, aquellos que justamente generaron la enfermedad.

El enfoque tradicional, en cambio, apunta directamente al síntoma tratando de suprimirlo, sin ir a la raíz del conflicto o enfermedad, generando de esta forma una desintegración, fragmentando a la persona, haciendo sentir que la dolencia y el paciente no son la misma cosa.

Al bloquear el síntoma no se da lugar a la descarga, se produce una acumulación de energía, de mucus, de ácidos grasos que luego intentan manifestarse de otra forma.

Un ejemplo clásico es cuando surge un dolor de cabeza y la persona ingiere un analgésico para suprimirlo, sin comprender la causa que le dio origen. Así, toma la pastilla y no cambia nada de sí mismo, sigue con los mismos hábitos de vida, comiendo mal o más de lo que su capacidad corporal le permite, duerme poco, está tenso, ansioso, etcétera.

El medicamento tal vez le alivie el dolor, pero la sobrecarga sigue existiendo, y luego aquello que quería salir, descargarse a través de ese dolor de cabeza, intenta buscar otra vía de descarga, generando otro dolor de cabeza, malestares recurrentes,  contractura, diarrea o dolores diversos.

Por otro lado, la acumulación de químicos derivados de la ingestión de medicamentos produce el efecto de una sobrecarga agregada, alterando el normal funcionamiento de órganos como el hígado, los riñones o el corazón, y de las funciones corporales en general.

Lo mismo ocurre con los medicamentos para controlar la hipertensión o disminuir la hipercolesterolemia: muchos médicos recetan una pastilla de por vida y no le explican al paciente el cambio de hábitos que necesita hacer, qué lo lleva a ser hipertenso o por qué motivo le aumenta el colesterol.

Ellos no aclaran que hay un modo personal, una forma de ser, de vivir, que es la que ha generado la enfermedad, ni cómo tiene que hacer uno para cambiar, para resolver sin la ingestión de pastillas que finalmente actúan enfermando otras partes del ser causando, a su vez, dependencia. Tampoco enseñan que para resolver un problema de salud físico o psicológico hay que generar cambios en la forma de vivir, de pensar, de sentir, de actuar.

Otro ejemplo es la ingestión de ansiolíticos cuando se atraviesan momentos de tristeza o cuando se tienen miedos. De esta forma se adormecen las células cerebrales y se evita el sentir, entonces, al no desplegarse el sentimiento que a la persona lo afecta, el conflicto se potencia, quitando capacidad de percibir y sentir la vida en su totalidad. Así, el miedo y la tristeza se adormecen, junto con la posibilidad de cambiar, de sentir con intensidad, de amar, de ser feliz.

5-¿Cómo se puede cambiar?


En primer lugar, tiene que existir la comprensión del hecho de querer cambiar. Hay personas que no se dan cuenta de que esto es posible, se resignan a vivir como no quieren porque no creen que haya otra alternativa, otro estado. No advierten que existe la posibilidad de cambiar y que éste es un atributo inherente a cualquier ser humano.

Pero para lograrlo debe existir un profundo interés en hacerlo, sentir que le importa, querer saber cómo hacer para concretarlo, y además tiene que haber un sentimiento de urgencia.

¿Hay urgencia por el cambio de una vida en conflicto, o uno se adapta a perpetuar los problemas?

Para poder generar modificaciones se necesita energía y claridad mental. Cambiar significa ir de un estado a otro, y ello requiere fuerza, energía física y psicológica, un cuerpo y una mente activos, despiertos, curiosos. Tiene que existir una energía genuina, producto de un orden en el vivir y no aquella que viene desde afuera.

Cuando se desecha lo externo, es decir, no se responsabiliza a otros por lo que a uno le sucede, o no se espera que nada ni nadie resuelva la necesidad de uno, es cuando adviene claridad, fuerza, comprensión.

Entonces, el primer paso consiste en darse cuenta de que hay algo que necesita y que puede ser modificado. Desde ese lugar, que surge de una disconformidad, tiene que estar la urgencia por la necesidad de cambio.

Otra condición es un profundo cuestionamiento al orden constituido, a la cultura, a las tradiciones, costumbres, hábitos, principios de autoridad interno y externo, moral y valores sociales, sistemas políticos y religiosos, sistemas de salud, educativo, principios de la ciencia, de la arquitectura, ingeniería, abogacía, formas de comerciar, de producir, principios económicos de mercado.

Es necesario percibir qué hay de falso y qué de verdadero en los diferentes sistemas constituidos. Por ejemplo, los sistemas de salud generan la necesidad de consumir medicamentos de por vida, sin investigar si hay otras formas de resolver. Algunos médicos recetan sin darse cuenta de que los más beneficiados en esto son los laboratorios medicinales.

No se enseña a la gente a resolver sus males y prevenirlos, no se les ayuda a comprender las dependencias físicas y psicológicas que les ocasiona el consumo de medicamentos, no se les explica las contraindicaciones que éstos tienen ni cómo disminuyen su energía y su sistema inmunológico a partir de su consumo.

Se establece como normal y necesario que, a partir de una cuota mensual, el cliente acceda a un chequeo que puede consistir en análisis, ecografías, mamografías, PAP, radiografías y exámenes de todo tipo. Muchas veces, personas sanas atraviesan una enfermedad que surge por la práctica de esos mismos chequeos, que alteran su sistema nervioso, generando temor, bajando sus defensas.

El temor al cáncer es ya una fobia y está fomentado por todo lo anterior. La mente es muy poderosa, es capaz de armar una enfermedad.

Esta es la sociedad de los números, de los aparatos, de la tecnología y no del enseñar, del cuidar verdaderamente al otro, del ponerse en su lugar, de mostrar cómo prevenir y curar sin agresión, sin violencia. El temor a la enfermedad es ya un marketing muy bueno de los sistemas de salud y los laboratorios.

Otro cuestionamiento necesario es el de los principios económicos del mercado, en el que todos estamos inmersos y que funciona en todo el planeta. La teoría dominante es la de Adam Smith, padre de la economía, quien en el año 1776, en su obra “La riqueza de las naciones”, esbozó su tesis principal y base fundamental de toda la economía moderna. En su libro afirmó que el nivel de bienestar social se genera cuando cada individuo, en forma egoísta, persigue su bienestar individual, y nada más que ello. Este economista propone desarrollar el egoísmo como base para el aumento de la riqueza.  

En contraposición, el matemático John Nash, quién ganó en 1994 el premio Nobel de Economía, y del que supimos a través de la película “Una Mente Brillante”, descubre que una sociedad maximiza su nivel de bienestar cuando cada uno de sus individuos acciona a favor de su propio bienestar, pero sin perder de vista también el de los demás integrantes del grupo. Demuestra cómo un comportamiento puramente individualista puede producir en una sociedad una especie de «ley de la selva» en la que todos los miembros terminan obteniendo menor bienestar del que podrían.

Sin embargo, lo que hoy prevalece en el mundo entero es la teoría de Adam Smith, con resultados a la vista de todos, como la polarización cada día mayor entre ricos y pobres.

Frente a todo este cuestionamiento externo e interno se despierta un interés por concretar el cambio personal, y es ahí donde hace falta crear cimientos, desarrollando:

  1. Una actividad física diaria de por lo menos 1 hora. Sugerimos un Yoga dinámico, que apunte a la flexibilidad y vitalidad, que dé fortaleza, resistencia y tono vital. Alternar con caminatas de 1 hora, lo que aporta capacidad circulatoria y ergométrica.

  2. Conectarse con la Naturaleza. Estar descalzo, desarrollar los sentidos, percibir frío, calor, estar desnudo, sentirse bicho, tomar baños de agua, de sol, de luna.

Es decir, desarrollar las sensaciones a partir de la Naturaleza: oler, tocar, mirar, ver el horizonte con un mirar atemporal, ver los colores de las flores y sentir su perfume, escuchar los diferentes sonidos, el canto de los pájaros, el viento, mirar las nubes, el color del cielo, el correr del agua, sentir la textura de las piedras, su temperatura y la de las cortezas de los árboles.

  1. Desarrollar actividades expresivas: bailar, cantar, pintar, modelar, escribir. Hay una creatividad de expresión en todos que, cuando se desarrolla, genera plenitud. En ese momento no hay pensamiento, sino sólo sensaciones, y esto genera que se libere la energía estancada, que la sangre tenga una mejor calidad, que haya alegría, vitalidad.

  2. Dar importancia a la calidad de la alimentación. Desechar los alimentos quimicalizados, aquellos de venta masiva que contienen productos sintéticos que perjudican el funcionamiento de nuestros sistemas corporales. Evitar los alimentos refinados, industrializados, que excitan y dan energía falsamente. Comer poco y equilibradamente, masticar mucho. Que en la comida diaria exista el equilibrio necesario como para que no falten los nutrientes que cada persona necesita y, de esta manera, estar balanceado químicamente. Cuando la química del organismo está armonizada, incorporando la cantidad necesaria de carbohidratos, minerales, vitaminas, proteínas, grasas y agua, nuestro nivel de ansiedad disminuye, aumenta la capacidad reflexiva, hay energía y eso hace posible el cambio.

  3. Es necesario darse espacios de silencio, meditar. Para que la meditación sea factible es necesario que haya energía, para lo cual es importante que los ítems anteriores se realicen.

Nos referimos a la meditación como forma de conocimiento propio y como posibilidad de conectarse vivencialmente con sentimientos, sensaciones y pensamientos que conforman la realidad cotidiana de cada uno y que, para que implique una transformación, habrá que darles lugar para que se desplieguen.

Esto es lo contrario a lo que habitualmente se hace, que es controlarlos, negarlos, resistirlos mediante pastillas, tranquilizantes, o bien analizándolos o justificándolos.

Cuando se produce el despliegue de esas realidades es importante darse cuenta que el que lo experimenta “es” lo experimentado, el que lo siente “es” lo sentido.

Al darse esa unidad, cesa la lucha entre lo que sucede y lo que se desea que suceda. Cuando se desechó la división entre experimentador y experimentado, y cuando se descarta el tiempo psicológico que implica el proyectarse a un futuro modificado, dándonos cuenta de que el presente contiene el pasado y el futuro, se habilita el estar en comunión con nuestras realidades.

Por último, esa comunión con lo que se nos expresa, que a su vez genera el desechar la palabra junto con nuestros pensamientos condicionados, permite que surja un quantum energético que muta biológicamente nuestros estados psicológicos y hace posible el cambio.

6-¿Qué hacían antes, por qué cambiaron y cuáles fueron los mejores y peores momentos en esa fase de cambio hacia una vida más sana?


Liliana: Cuando tenía 19 años fui operada de quistes en los ovarios, luego de eso, ningún médico me explicó por qué los tuve, qué tenía que cambiar para que no vuelvan a ocurrir, qué forma mía de ser y cuáles hábitos de vida habían generado el problema.

A los 31 años los quistes reaparecieron y no quise volver a operarme, cosa que los médicos me sugerían hacer.

Por esas casualidades de la vida alguien me preguntó por qué no iba a ver a un especialista que, a través de un cambio en la alimentación, ayudaba a resolver problemas concretos de salud.

Así comenzó mi experiencia con una nueva nutrición. Al poco tiempo, dejé los alimentos químicos, carnes, quesos, azúcar, café mate, etc., en ese momento mi alimentación era macrobiótica. Sentí un cambio muy favorable: bajé de peso, resolví alergias fuertes que siempre sufría, los quistes se controlaron, comencé a experimentar una gran energía y, fundamentalmente, me sentí más despierta, más lúcida.

Al poco tiempo decidí irme a vivir a Bariloche. Hasta entonces vivía en Buenos Aires, en pleno centro de la ciudad. Me costaba mucho vivir allí, con tanto ruido, mucho estrés, necesitaba el verde, el agua, los bosques, tener tiempo para la contemplación, para estar adentro mío, tiempo para comprenderme, para entender mi vida y la vida en sí. Entonces entendí que en un lugar con plena Naturaleza eso iba a ser posible, y así fue. Me fui con mi hija que tenía 10 años en ese momento. Recuerdo que me llamaba la atención, al principio, que los colectiveros te saludaban cuando subías, no estaba acostumbrada a eso en plena ciudad. Allí me dediqué a tareas que tenían que ver con la educación y la salud, me perfeccioné en todo lo referente a la nutrición natural y a las posibilidades de una vida en contacto con la Naturaleza, es decir, una vida natural. Me apasionó todo eso.

El aprendizaje fundamental fue a través de las propias enfermedades y de los momentos difíciles en general, el tener que arraigarse en un lugar nuevo, con temperaturas extremas, el aprender a vivir no aceptando las reglas sociales y los códigos de salud y educación tradicionales, el enfrentarme con miedos, inseguridades, desconfianzas en sí mismo y en la vida.

Pasé por momentos de adversidad, de soledad y a partir de esas situaciones pude ver que en la Naturaleza se encuentran los resortes que impulsan a la autocuración, y que en el hacerse cargo de todo cuanto a uno le sucede hay probabilidad de cambio.

Tuve cerca de mí a personas que conocían acerca de la posibilidad de curarse y prevenir a través de métodos naturales y me sentí muy receptiva a esas enseñanzas. Leí e investigué en libros relacionados con la salud, la enfermedad, la meditación, el encuentro con los valores intrínsecos de la vida.

Pasaba las noches leyendo sobre el poder curativo de la Naturaleza, eso me apasionaba y me daba fuerzas para poder realizarlo en mí misma.

Me dediqué a escribir, tenía una columna semanal en el periódico el “Río Negro”, tomé y comencé a dar seminarios sobre Vida Natural, también tuve un almacén de comidas naturales y una escuela alternativa para niños, era un Jardín de Infantes que enseñaba a través del contacto con la Naturaleza.

Conocí a José porque él leía las notas que yo escribía en el diario y quiso conocerme, le interesaba lo que escribía, entonces llamó al diario y preguntó dónde ubicarme.

Teníamos muchos puntos en común, nos enamoramos y armamos una familia con sus hijos y mi hija.

El vínculo con él fue algo anhelado por mí, como mujer sola que era, imaginaba lo hermoso que podría ser encontrar una persona afín con quien compartir la vida. Y eso es lo que ocurrió.

Cuidar la familia fue un gran aprendizaje, cocinar para todos sin imponer una forma particular de comer, respetar sus necesidades sin ser permisivos en aquello que considerábamos que era nocivo para ellos. Pude ver cómo un buen alimento resolvía temas de salud, y ellos también lo notaban, porque mientras en otras casas estaban los botiquines llenos de medicamentos, en casa no había ninguno, siempre fue el alimento, el barro, las hojas de acelga o nabo para curar resfríos, infecciones, fiebres altas, magullones. Conversábamos mucho entre todos los componentes de la familia, hacíamos grupos de reflexión juntos para entender lo que le pasaba a cada uno.

A partir del encuentro con José aparecieron las enseñanzas de Krishnamurti, lo cual generó un cambio en la percepción de los propios conflictos.

Practicamos yoga juntos y ambos proyectamos el hacer Las Dalias, yéndonos a vivir a Córdoba, como producto de nuestro interés por la Naturaleza, la salud y el conocimiento de uno mismo.

De Bariloche nos fuimos buscando un clima más propicio, dejando actividades que no nos satisfacían, para comprometernos totalmente en aquello en lo que creíamos, y auto-sustentarnos a partir de realizar la actividad que nos gustaba y que entendíamos que era buena para los demás.

Desde hace 10 años creamos Las Dalias, que fue y sigue siendo nuestra escuela a partir de la interrelación con todas las personas que vienen. Aquí en Córdoba el contacto con la Naturaleza es mayor: se está integrado a ella, uno puede estar en arroyos, sentir el agua, la piedra, la montaña, las plantas, se escucha el silencio, hay fuerza y a la vez apacibilidad, energía, buen aire, tierra. Eso es vital para la vida de uno.

Los peores momentos fueron algunos en los que sentí que remaba en contra de la corriente.

Hoy, todo lo que tenga que ver con la salud natural es algo que la gente necesita cada vez más, porque no encuentra respuestas en la medicina y en las formas convencionales de vivir.

En esta época muchas personas se sienten atraídas por modos alternativos de vida en cuanto a la salud, a la educación, al enfrentar los conflictos y al respeto por el medio ambiente.

Esto es lo que nosotros mostramos. Pero hace 25 años atrás era cosa de algunos pocos locos, de manera que trasmitir todo aquello generaba resistencia y hubo momentos en que se hacía difícil sobrevivir y tener una actividad coherente con esa manera de ver la vida.

Otros momentos difíciles, pero de gran enriquecimiento personal, fueron enfermedades fuertes que me dejaron tumbada en la cama. De ellas el aprendizaje fue inmenso, por un lado la fortaleza que genera el haber podido resolverlas naturalmente, sin medicamentos ni intervenciones quirúrgicas y por otro lado el mostrarme que había algo en mi forma de ser que tenía que cambiar.

Los mejores momentos fueron cuando creé la escuela “Columba”, en Bariloche, donde los niños se educaban en valores verdaderos de amor y respeto, y cuando conocí a José y armamos nuestra familia, y su presencia enriqueció mi vida en todos los aspectos. El transitar la vida con un par y con los mismos objetivos es de las mejores cosas que a uno le pueden suceder.

Los mejores momentos también fueron y son cuando escribo, cuando atendía y atiendo a la gente hoy en Las Dalias, transmitiendo que es posible una forma natural de vivir y noto que eso les llega.

Del contacto con la gente se aprende mucho. Desde hace ya bastante tiempo me siento agradecida a la vida.

José: Fui industrial y paralelamente estaba interesado en el arte, el cine, la música, la literatura, la pintura, la filosofía.

Todo eso generaba una dualidad, entre uno que se interiorizaba en los problemas básicos del hombre, que es lo que expresan los artistas y pensadores, que se manifiesta en sus obras, y luego la otra parte ocupada en la búsqueda de seguridad, de reconocimiento, de valoración externa y gratificaciones mundanas.

En un determinado momento, hubo una sensación de hartazgo que se generó en mí por la insatisfacción existencial de vivir como lo hacia. Llevaba una forma dual de vida y esto provocó el irme a vivir al interior, a Bariloche. Estando allí, surgió una crisis afectiva por mi separación matrimonial. Todo esto me llevó a un pozo existencial, a una crisis aún mayor, y ahí comencé a buscar salidas en el campo de lo alternativo, debido a que en las disciplinas convencionales no encontraba respuestas, sino que las hallé a través de la meditación, la alimentación, la actividad física, el contacto con la naturaleza.

Busqué en la meditación, con diferentes métodos y técnicas, una salida a la angustia existencial en que me hallaba. En esa búsqueda accedí a la enseñanza de Krishnamurti, que finalmente es la que me mostró una forma de abordar la totalidad de lo que se expresaba en mí, tanto física como psicológicamente, y la posibilidad de que eso fuera a modificarse.

Tenía una salud frágil y con la medicina convencional únicamente lograba paliar síntomas a mis manifestaciones repetitivas. Recurrí a la alimentación natural y así fue que conocí a Liliana. El Yoga también actuó beneficiando mi salud, lo mismo que la magnificencia del lugar en donde vivía: navegaba en canoa en los lagos, caminaba por senderos de montañas, bosques y ríos.

Todas estas formas de abordar mis problemáticas se enriquecieron al trabajar a la par con Liliana, ya que se genera un gran crecimiento al trabajar juntos en la misma dirección y con los mismos objetivos.

Fue muy enriquecedor compartir y ahondar con ella todas las temáticas que conciernen a la problemática del ser humano. Otra experiencia muy importante ha sido la conformación de una nueva familia con todos los innumerables desafíos que ello significó y que permitieron muchas comprensiones.

La creación de Las Dalias, Centro de Terapias Naturales, fue la concreción de aquella búsqueda y de ese trabajo en conjunto.

Las Dalias fue y es una verdadera universidad, al haber compartido con tantos miles de personas diferentes. Ha sido y es una enseñanza de cómo funciona el ser humano en todos sus aspectos, físicos, psicológicos y expresivos.

Peores momentos no hubo ninguno, lo que hubo fueron situaciones muy límites y movilizadoras, como fue dejar el entorno afectivo para irse uno a vivir lejos, el perder las seguridades económicas por el cambio de trabajo, el enfrentarse con la soledad y el vacío interior debido a la separación.

El deterioro de la salud física marcó momentos difíciles que me pusieron a las puertas de la muerte, como producto de la metabolización de todos los cambios que iban ocurriendo.

Todas estas fueron situaciones extremas vividas, pero a su vez fueron las que permitieron ver el trasfondo de lo que sucedía en esos momentos. Es decir, miedos, inseguridades, desvalorización, desconfianza en mí y en la vida. No puedo hablar de mejores y peores, sino de momentos.

Puedo reconocer como positivo el percibir que toda esta tarea de auto-conocimiento, de auto-transformación, emprendida desde aquel momento, habilita espacios de libertad interior, son un estado que permite una comunión con la vida en todas sus manifestaciones. No deja de maravillarme el hecho de que no es uno el que se cambia, sino que es la vida toda la que genera el cambio.  

7-¿Cómo llegaron a interiorizarse en la mente, el cuerpo y el espíritu?


Primero, habría que decir que no llegamos a ningún lado, porque en realidad no hay ningún lado donde llegar.

Lo que nos parece es que a partir de la inquietud de querer encontrar una salida a las problemáticas individuales, y dedicar un tiempo a la propia observación de los procesos del pensar-sentir-actuar, se va manifestando, expresando, develando todo el entramado que contiene a los movimientos internos y externos.

Uno comenzó a investigar, cuestionar, observar, desarrollar el juicio crítico, el sentido común, la capacidad de ver, el desarrollo de la percepción, de los procesos internos y externos en uno mismo y en los otros.

Uno puede ir viendo que no se es diferente del resto, que cada ser humano es el mundo y que el mundo es cada ser humano. Y también puede ver que lo que a cada uno le ocurre tiene que ver con su propia responsabilidad.

Esto es no poner afuera sino hacerse cargo de sentimientos, pensamientos, acciones, no justificar buscando explicar nada.

También nos formamos permanentemente con lecturas relacionadas con estos temas.

No recurrimos nunca a medicamentos ni a intervenciones quirúrgicas. Padecimos y padecemos conflictos y enfermedades, y por ahora las vamos resolviendo naturalmente, confiando en los ciclos de autorregulación de la Naturaleza, siendo los problemas y enfermedades los verdaderos maestros.

No adherimos a dogmas, creencias, ni teorías en particular, sino que observamos los procesos, tratando de comprender los mecanismos de descarga, de sobrecarga y autorregulación que ocurren en todos los seres vivos que conforman este planeta.

Uno aprende de uno mismo, de los otros y de los fenómenos naturales, de las plantas, de los animales, de las piedras, de los factores meteorológicos, del medio ambiente en general. También uno se da cuenta de que el aprender no tiene límite.

8-¿Qué es el espíritu?


El significado etimológico de la palabra espíritu es aliento. Sería la esencia que da vida a las cosas, pero la ciencia no ha podido demostrar su origen, es un fenómeno inexplicable para el ser humano.

Espíritu es la energía que conforma lo existente. Existe la energía o el espíritu de una planta, de un árbol, de una roca, de una mesa, de una persona, de un pueblo, de una casa.

Hoy se habla de buena onda o mala onda, eso es la energía que habita en cada elemento, en cada ser, en cada cosa, aquello que se emana, que se emite o a lo que se es receptivo.

Eso es el espíritu, es la esencia primaria.

9-¿Qué es la mente?


Comúnmente se cree que existen tres cosas separadas: cuerpo, mente y espíritu.

Al cuerpo se lo relaciona con lo material y finito. Al espíritu se lo vincula con Dios, con lo sagrado, con el amor, con la virtud. Y a la mente se la visualiza en correspondencia con la capacidad de pensar, razonar y se la ubica físicamente en el cerebro.

Por lo general no se ve que las tres cosas son una, justamente por lo que dijimos en referencia al espíritu: que éste forma parte del cuerpo y de la mente.

La mente no es la capacidad de pensar, razonar y no se encuentra en el cerebro, sino que es un proceso de percepción y cognición presente en cada célula de todo ser vivo. Esos procesos, en el ser humano, actúan a través de información generada por una interrelación de sensaciones, percepciones físicas y psicológicas, que luego conforman una idea y un sentimiento.

Los pensamientos y sentimientos también generan procesos biológicos. Por ejemplo, si pienso que voy a tener un cáncer, la mente genera en el cuerpo lo que el sentimiento expresa. Si siento miedo a contraer una determinada enfermedad, es posible que la contraiga.

10-¿Cuál es el sentido de la vida?


Sería bueno preguntarse ¿porqué una persona quiere encontrarle un sentido a la vida?  Tal vez, desde el momento en que quiere encontrárselo es porque para ella la vida no lo tiene y, desde ese no-sentido, pretende elaborar teorías, ideales.

Mucha gente dice “yo tengo tal o cual misión”. Todas estas ideas nos alejan del hecho concreto de percibir la vida de instante a instante, es decir, de lo que me está sucediendo, o lo que les pasa a los otros, de vivirla libremente sin condicionamientos, sin creencias, sin esperar un futuro mejor, sin resistencias.

Cuando no se le busca un sentido a la vida no se está en el plano de las ideas, entonces se está en lo concreto, en lo específico. Es decir que se está en el pájaro que canta, en el sonido del viento, en el sol que nos calienta, en el volar de las mariposas, en percibir al prójimo y también en lo que a uno le sucede.

Y lo que a uno le ocurre es producto de los condicionamientos, de la búsqueda de seguridad. También esa distancia que hay entre el pensar, sentir, actuar, genera una fragmentación, una dualidad entre lo que se es y lo que se quiere ser.

Por consiguiente, no hay un sentido de la vida, sino que se trata de vivirla intensamente, teniendo una omni-inclusiva atención a cada uno de los aspectos de la vida, por ínfimos que éstos sean.

11-¿Qué consejo le darían a alguien que quiere cambiar su manera de actuar y duda?


Antes que nada, creemos que no es bueno dar ni recibir consejos. Sí es importante ayudar a entender, a investigar, a cuestionar, y que la persona se dé cuenta por sí misma de lo que le sucede, manteniéndose libre de una autoridad o de teorías.  

Para que haya investigación es necesario que exista la duda. Si hay certezas, que son lo contrario, no hay cambio, se cierra la puerta a lo nuevo, a lo diferente.

Si hay certezas, dentro del campo de lo psicológico, hay rigidez. La duda es la que abre las puertas y posibilita el cambio. Ahora bien, si la incertidumbre se convierte en una constante, termina paralizando y no hace posible la modificación.

Lo que habría que preguntarse es: ¿Qué me imposibilita cambiar? Tal vez la respuesta sea el miedo, porque éste impide el cambio.

En general domina el paradigma: “Más vale malo conocido, que bueno por conocer”.

Habría que preguntarse porqué le tenemos más miedo a lo nuevo, que puede significar terminar con el problema y liberarse y en cambio no le tenemos miedo a los viejos estados que son los del conflicto y el estar en algo que a uno no le agrada.

Cuando una persona quiere cambiar, cambia, si no lo hace es porque no hay un verdadero interés.

Dentro de muchas personas hay un fragmento pequeño que dice que sí, que quiere cambiar, aunque esto es una expresión de deseo, ya que la mayor parte de su ser dice que no.

Por ejemplo, si alguien afirma que quiere dejar de fumar y no lo hace, es porque hay un 10% de sí mismo que quiere dejar de hacerlo, pero el 90% restante, en su consciente o inconsciente, dice que no.

Para cambiar tiene que haber una convicción, una integración de todas sus partes, no estar dividido en fragmentos que optan por el sí y otros por el no.

Otro motivo que impide el cambio es el paradigma de la sumisión frente a realidades que le son adversas a la persona. Existe el falso pensamiento de creer que se es muy ambicioso al querer ser de otra manera.

Hay una resignación, un aceptar como normal el sufrimiento. En la cultura judeo-cristiana a esto se lo ve como a algo virtuoso, se hace un culto del dolor.

La falta de energía es otra imposibilidad de cambio. Al no llevar una vida ordenada se disipa la energía disponible.

En síntesis, le diríamos a la persona que investigue en todo esto: en ver qué le impide cambiar, si hay un real interés, si no está dividido o condicionado por la cultura y por paradigmas sociales y familiares, y si tiene energía física y psicológica, es decir, fortaleza, para pasar de un estado a otro.

Si la persona investiga y devela las verdades ocultas en cada uno de estos aspectos, esas verdades generan un “in side”, es decir un darse cuenta, que naturalmente genera el cambio.

Finalmente tendríamos que decir que no es la persona la que se cambia a sí misma, sino que es la comprensión vivencial la que genera el cambio.

Un saludo muy afectuoso para todos.

Liliana Racauchi – José Bidart

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