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¿Por qué vivimos luchando?








Habitualmente la vida de las personas transcurre con una importante carga de ansiedad, generada por la búsqueda de logros materiales, psicológicos, emocionales, de relación, sociales, laborales, de desarrollo personal.

Otras razones generadoras de ansiedad y posterior lucha son el querer conseguir un estado distinto del que se tiene, el tratar de ser diferente de lo que se es, hallar una paz interior que no se tiene, encontrar una salud que no se posee.

Esa preocupación por buscar algo diferente de lo que sucede en el presente es vivida en muchos casos como “estar en la lucha”. Esto hace que se viva expectante por lo que sucederá, en lugar de estar atento a lo que está ocurriendo en el presente, como si lo importante fuera lo que está por acontecer, lo que en un futuro se concretará-logrará-conseguirá. De este modo, no se siente como importante lo que está sucediendo a cada instante en uno y fuera de uno mientras se va en una dirección, sino que lo relevante se centra en el objetivo, en la meta.

Los propósitos y deseos conscientes o inconscientes son el resultado de comparaciones, envidias, celos o competencia, tanto como de condicionamientos culturales, familiares, raciales, religiosos, de mandatos o ideas provenientes de alguna persona que signifique una autoridad.

Por lo general se aprueba ese “vivir luchando”, y muchas veces se lo percibe como meritorio, al reflejar un espíritu inquieto que no se amolda a las circunstancias, que no se resigna. Y es habitual el considerar que a través de la batalla es como se logra llegar a los objetivos que uno anhela, como si esa fuera la única forma de lograrlo.

Pero si hay lucha, eso significa que hay una parte de uno que intenta doblegar a otra, que también es parte de uno mismo.

Por ejemplo, si hay una dolencia física y uno se da cuenta de que la causa está relacionada con formas desordenadas de vivir, como el ingerir una alimentación desequilibrada o debido a la falta de actividad física, se reacciona frente a esta realidad luchando por lograr lo contrario.

No surge una acción natural, sin esfuerzo, producto de una comprensión que modifique la acción generadora del problema; sino que se lucha para doblegar las resistencias o el desgano por hacer lo correcto o más sano.

Aquí habría que preguntarse: ¿las cosas se logran luchando, esforzándose, con voluntad? ¿O es que se puede vivir con objetivos, y uno puede acceder a ellos habiendo comprendido profundamente por qué hoy no son una realidad?

Muchas veces una persona lucha y se esfuerza por hacer o lograr algo que le resulta no del todo agradable, que le implica poner todo de sí, algo que jamás haría naturalmente. Frente a ello es importante cuestionar y dudar todo lo que anhelamos, ya que al hacerlo podremos descubrir muchas razones ocultas, algunas de ellas conflictivas.

Aunque pensemos que es totalmente válido el querer una determinada cosa, aún cuando nos cueste y creamos que no tiene sentido el dudar y cuestionar las razones “lógicas”, si lo hacemos, pueden dejar al descubierto que tal vez las “supuestas razones lógicas”, no lo sean tanto. Y descubramos que lo inteligente es dejar de esforzarse por realizar dichas acciones.

Por ejemplo, alguien en pos de lograr ser propietario en vez de inquilino, o en pos de un beneficio económico, de un ascenso en la empresa, trabaja muchas horas diarias, para lo cual tiene que esforzarse, luchar con las resistencias internas a hacerlo, pero la persona presupone que si no es de esa forma jamás lograra tal objetivo.

Primero y fundamental no vemos que el fin no justifica los medios. Tampoco nos damos cuenta que es lo principal y que es lo secundario, siendo lo principal la salud psico-física de la persona, la armonía interior que todos podemos tener y secundario lo económico o material.

El vivir luchando, esforzándose, aplicando la voluntad para vencer las resistencias, nos desgasta, nos agota, nos insensibiliza, nos enferma física y psicológicamente. Nos hace perder el gozo y belleza que están presentes en el aquí y ahora, en una vida transcurrida en forma natural, es decir, sin esfuerzos, sin luchas.

La comprensión de lo que está sucediendo interna y externamente es posible cuando nos damos cuenta de que lo importante en la vida no es el mañana, con sus aspectos modificados, ese futuro que proyectamos libre de problemas. Por el contrario, es lo que está sucediendo en el ahora, es allí donde están las semillas, las raíces de nuestro futuro.

Cuando nos damos cuenta vivencialmente de que vivir proyectándonos significa permanecer en una burbuja de irrealidades, y que de este modo continuaremos en el estado en que hoy nos encontramos, es cuando se genera un cambio que nos re-conduce a vivir en el instante presente, en los hechos reales que hacen a nuestro momento actual.







¿Por qué damos tanta importancia a lo que buscamos encontrar o lograr en el futuro? ¿Será que nuestra vida hoy está vacía, que tenemos en el presente una honda insatisfacción o nos sentimos incompletos, carentes? ¿Nos genera inseguridad el aprender a vivir con lo que está ocurriendo en cada instante? ¿Cómo se modifica, cómo se vive en el aquí y ahora con plenitud?


Tal vez todo el cambio comienza cuando tomamos conciencia del presente, de nuestras proyecciones futuras, de todo el movimiento de nuestro pensar-sentir-actuar.

Prestando atención a las intenciones y motivaciones conscientes o inconscientes que subyacen a la búsqueda de objetivos o logros personales, o cualquier nombre que queramos ponerle a toda esta acción, a toda intención que “nos impulsa a…”, es desde esa atención que surgen destellos de comprensión.

Comprender el presente, con todo lo que éste involucra, nos llevará a darnos cuenta de nuestros miedos, de nuestras resistencias e inseguridades, de la desconfianza en nosotros, en los demás y en la vida, así como de nuestra incapacidad para el cambio, al vernos abroquelados a formas conflictivas de vivir.

También nos podremos dar cuenta, al observarnos, de que muchas cosas o estados que anhelamos son producto de comparaciones, de seguir las ideas de otros, de envidias, y que esos objetivos o “deseos de…”, no siempre nos interesan verdaderamente.

Quizás, por el contrario, llegamos a ver que no son producto de algo genuino nuestro, que son producto de condicionamientos familiares, y que sus motivaciones no son valederas, que es algo que en el fondo no lo deseamos.


Para ver, observar y comprender es necesario que haya una gran tranquilidad interior, una profunda quietud, sosiego y silencio..







La observación de nuestro presente nos puede llevar a percibir si hay o no una satisfacción de vivir el momento actual, es decir, la vida tal como es, con sus circunstancias particulares, con sus momentos de gozo y sus momentos de dolor.

Darnos cuenta si vivimos “porque sí”, o vivimos para lograr tal o cual objetivo, tal o cual cosa o estado.

Podremos también percibir, al quedarnos observando sin esperar ningún resultado en particular, si nos sentimos vacíos o plenos, satisfechos o insatisfechos, tranquilos o inseguros, ansiosos o confiados en el futuro y en lo que la vida nos depara.

Para ver, observar y comprender es necesario que haya una gran tranquilidad interior, una profunda quietud, sosiego y silencio. Para ello es fundamental el no buscar un resultado, una respuesta, porque de ese modo sería motivo de más movimientos internos que impedirían que se develen las razones ocultas. Las respuestas que se encuentren serán simples pasos para dar lugar a otras nuevas, lo que permitirá el seguir descubriendo y desarmando todo el entramado que tiene cualquier situación de vida que nos toque vivir.

Cuando descartamos los juicios, las explicaciones y justificaciones, y también cuando dejamos de nombrar, es decir, de catalogar lo expresado, porque ello sólo logra objetivar, poner afuera de uno las razones que se van expresando, recién ahí, quedan expuestas y evidenciadas en nuestra conciencia las razones, motivaciones y formas psicológicas que nos impulsan a tantas cosas.



Al quedarnos vivenciando, sin optar por nada diferente de lo que se va expresando, va quedando develado todo el entramado que sostiene una situación psicológica en particular, y ese estado psicológico que quedó al descubierto podrá florecer, al no encontrar ningún obstáculo ni resistencia. En ese estado de quietud frente a lo expuesto se genera una mutación, que es una transformación radical en las raíces de nuestro pensar-sentir-actuar.

A partir de esto no será necesario luchar ni esforzarse por concretar aquellas cosas lógicas y naturales que toda persona anhela, porque se habrán disipado los factores que entorpecían, que las dificultaban realizar libres del esfuerzo. También se habrán esfumado los deseos que devienen como producto de estados conflictivos y de nuestros condicionamientos, permitiendo la concreción de todo aquello que verdaderamente se desea de corazón y esté libre de cualquier carga conflictiva.

En esta forma de vivir lo importante ya no es el fin, sino el camino, el día a día. La vida se torna una aventura apasionante, más allá de lo que suceda o deje de ocurrir.

Se puede pensar que hemos expuesto este tema en una forma demasiado simplista, como algo muy mágico, cuando las cosas en la vida no son tan así de sencillas. Tal vez sea cierto o no. Pero también es verdad que tenemos una fuerte tendencia a hacer un problema de todas las cosas, y pareciera que si tenemos complicaciones nos sentimos más intensos, más importantes, que sólo “somos alguien” a partir de que pasan cosas en nosotros, de que nos esforcemos y luchemos.







¿No terminamos haciendo un problema del problema? ¿Para comprender algo no es importante desdramatizarlo? ¿Y si lo desdramatizamos, no le damos la oportunidad al problema de que nos muestre todo su entramado, sus razones ocultas y pueda llegar por ello a su fin?


Con todo lo expresado, estamos viendo que en la vida, cuando nos surgen deseos o necesidades de lograr ciertas cosas, ya sean en el terreno material, psicológico, o de relación, podríamos preguntarnos, si no es una forma interesante de abordarlos el observar:

  1. ¿Cómo y por qué se generan los deseos?

  2. ¿Será posible concretarlos sin convertirlos en un problema?

  3. ¿Se pueden realizar las cosas libres del esfuerzo?

Estas comprensiones terminarán siendo lo más importante de todo y no la cosa en sí misma. Y es esa observación la que traerá una comprensión que permitirá, tal vez, la concreción de aquello que originariamente desearamos en forma tranquila, natural.

Este observar y entender, es simple, no requiere de ningún estudio o preparación especial, ni de ningún esfuerzo: estamos hablando de observar con mirada de niño, pura, despojada, desprejuiciada. Es una observación que se va desarrollando al ir sensibilizando, al ir ordenando la vida en todos sus aspectos. Y ese orden es producto, a su vez, de la misma observación con la que comenzamos, comprendiendo el desorden, el ruido de la mente, la enfermedad. Es algo que cuando comienza no tiene fin, y en ello reside su gracia, su valor.

  1. ¿Hay un estado de observación mientras leemos este texto, y viendo lo que nos genera?

  2. ¿Qué sentimos frente a todo esto, cuáles son nuestras reacciones interiores?

  3. ¿Podemos ir descubriendo qué hay de real y de irreal en lo que estamos leyendo?

El darnos cuenta vivencialmente y descubrir ahora, por nosotros mismos, lo que hay de verdadero y de falso en todo lo expuesto, ya genera un cambio más allá de nuestra voluntad.

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