La vida del ser humano
La vida de todo ser humano transcurre entre momentos de alegrías, de preocupaciones, de sufrimientos, de soledad, de encuentro y desencuentro con los cariños y afectos, de confusión, de plenitud.
Todo oscilando, cambiando los estados, la mayoría de las veces por aparentes causas externas.
Salió bien algo y nos ponemos felices, salió mal y nos ponemos tristes; nos dijeron algo agradable y nos llenamos de dicha y nos dicen cosas desagradables y nos enojamos o nos afectamos; así con todo.
Todo ello nos habla de lo dependiente que somos, dependientes de lo que nos dicen, nos hacen, de lo que piensen y sientan de nosotros.
Esa dependencia genera un estado de ansiedad, que es preocupación por lo que pueda acontecer.
La ansiedad por lo que pueda acontecer genera vivir proyectándonos a un futuro imaginario mejor, supuestamente con las cosas resueltas, modificadas.
Esto implica vivir esperando, sujetos a un devenir, alejados del presente, del aquí y ahora, de lo que sucede realmente de instante a instante, alejados de estar en comunión con lo que sucede en el presente, ese estar proyectándose es vivir en una burbuja de situaciones imaginadas, añoradas, anheladas.
El vivir esperando y proyectándose es generador de frustración, porque no siempre lo que se espera que suceda es lo que sucede, y esa frustración es causa de dolor, violencia y fundamentalmente es vivir con miedo.
El no aceptar el presente y esperar un futuro distinto, nos hace vivir en el miedo de no lograr aquello que deseamos, o de que el futuro nos depare más sufrimiento que el presente, o más problemas.
Pareciera ser que el hombre termina aceptando en forma resignada que la vida es eso, que estar libre del sufrimiento, preocupaciones, miedos y problemas es cosa de ciertas personas “especiales” y que para las personas comunes y corrientes, solo les queda únicamente, aceptar la vida como se presenta, resignándose, tal vez solo cambiando aquello que les afecta demasiado o que les molesta.
En general se vive en lucha, en conflicto entre lo que nos pasa y lo que anhelamos nos pase, entre lo que somos y lo que anhelamos ser, entre lo que sucede y lo que anhelamos suceda.
La meditación
Lo que habitualmente se conoce como meditación es una variedad de técnicas, métodos, mantras, que posibilitan aquietar los pensamientos durante el tiempo que se aplica dicha técnica, buscando serenar la mente, relajarse y parar con el parloteo mental.
Trataremos de explicitar los alcances de la meditación, entendida a ésta como una herramienta que nos posibilite una real y radical transformación de nuestro pensar-sentir-actuar.
La meditación es desarrollar un estado de atención constante a todo el movimiento que ocurre en el vivir cotidiano, con los diferentes pensamientos, sentimientos, sensaciones y acciones que se van expresando en cada instante.
Esa atención natural, no impuesta, surge a partir de que nos damos cuenta, que la vida no pasa por resignarse a vivirla con sus formas conflictivas, que se la puede vivir liviana, alegre, suelta, libres de cualquier compulsión inconsciente.
Libre de miedos, preocupaciones, violencia, frustraciones, confusión.
Libre de la dicotomía entre lo que pensamos, lo que sentimos, lo que hacemos. Con la posibilidad de que todo tenga un solo hilo conductor, que no marchen por carriles separados nuestros pensamientos, sentimientos y acciones.
La meditación es la herramienta que a partir del estado de atención, permite develar, dar a luz, las raíces y motivos subyacentes de todo lo que se nos expresa, de darnos cuenta donde está puesto nuestro interés y atención en la vida.
¿En dónde están puestos la mayoría de nuestros pensamientos y sentimientos, cotidianos, que son los que reflejan lo que realmente nos interesa?
Poner una justa atención al cuidado personal, al trabajo, la comida, la relación sexual amorosa, el desarrollo de nuestras habilidades, forma parte de una vida ordenada.
Pero, si la atención y el interés están puestos en la búsqueda de placer que todos estos aspectos pueden generar, estamos invitando al dolor que se genera cuando este placer no se encuentra.
En general nos ocurre que buscamos el placer en la comida, el sexo, el consumo de alcohol, de excitantes como: café-mate-gaseosas-carnes, el trabajo, el tener poder, prestigio, manejo sobre otros, el placer que nos da el reconocimiento por los bienes materiales-conocimientos-habilidades que tengamos.
Si nuestra atención e interés están puestos en el placer que pueda generarnos todo ello, significa que no los tenemos en conocernos a nosotros mismos, en comprender nuestros estados emocionales.
Si la atención y el interés están puestos en la búsqueda de seguridad, creyendo que la seguridad la dan el dinero y bienes materiales, que la dan los conocimientos o creencias religiosas o de cualquier otro tipo, también llevaremos una vida con una carga de conflictos, pues nada de ello nos da la seguridad psicológica que anhelamos, esa tranquilidad, paz, serenidad que todos ansían.
Desde ya que no estamos negando la importancia y necesidad que tiene todo ser humano de tener seguridad física, tener techo, comida, ropa, o sea una vida digna. Pero ésta seguridad, se ve en peligro justamente, porque buscamos la seguridad psicológica antes que nada.
Por ejemplo, cuando un ser humano se identifica con ciertos grupos religiosos o raciales, con su nacionalidad, buscando en esa identificación sentirse seguro, perteneciendo a algo o a alguien superior que lo contenga psicológicamente, está poniendo en peligro su seguridad física, cosa muy elocuente si se observa lo que acontece en el mundo.
El meditar
Es permanecer observando, percibiendo como se desarrollan nuestros estados psicológicos, cómo se crean los sentimientos y los pensamientos, cómo y cuándo se originan.
Es observar los estados sin optar por otro diferente, lo cual significa convivir con lo que se expresa sin querer modificarlo, ni cambiarlo por algo distinto.
Ese convivir con lo que se expresa, amorosamente, pacientemente, con humildad, sin aceptar ni rechazar nada, estar en lo que es, o sea en nuestras sensaciones, nuestros pensamientos, nuestros sentimientos, nuestro actuar, ese convivir con lo que “es”, es una acción sin acción.
Esta acción sin acción representa la forma más elevada de acción, y la que genera el grado más profundo de transformación, la cual lleva a la mutación de lo que es, o sea una modificación radical de los estados que dejamos expresar.
El miedo
Al darnos cuenta que el camino para la transformación de nuestros estados conflictivos pasa por todo lo que hemos estado diciendo, es decir: convivir creativamente con lo que se expresa, investigándolo desde una actitud de entrega, aceptando y dejando que todo emane, aflore, salga afuera, todo esto, nos genera miedo.
Pensamos que seremos fagocitados por los estados psicológicos que nos atormentan o perturban. Por ejemplo si lo que sentimos es pena, tristeza, pensamos que podremos ser llevados por ella y terminar en un profundo estado de depresión del cual no saldremos.
Tal vez no veamos que el peligro radica en luchar, en querer cambiar los estados, en negarlos, en resistirlos, en rechazarlos. Porque esta actitud, hace que no se expresen los contenidos ocultos, los motivos subyacentes que son los que le dan forma, cuerpo, estructura, existencia al estado en cuestión.
Con esta forma de responder, de reaccionar a aquello que nos molesta, que es resistiendo, negando, no queriendo ver, no damos el espacio para que se develen los contenidos ocultos y de esta manera lo que hacemos es darle continuidad, permanencia en nuestro ser, permanencia en nuestro inconsciente. Eso que queda guardado, luego buscará salir a partir de cualquier forma, tal vez más traumática aún.
Si por el contrario dejamos expresar los estados, ellos florecerán, y todo lo que florece termina, muere.
Por lo tanto el peligro no es convivir entregándose creativamente, observando el estado, sino por el contrario el peligro es luchar con él, negarlo o resistirlo.
Miedo nos tendría que dar dejar que queden los motivos ocultos, todo el entramado, las raíces de aquello que nos perturba en nuestro ser, guardándolo en nuestro inconsciente y no temer a lo contrario que es encarar, abordar, no resistir, fluir con nuestros problemas para que todo llegue en forma armoniosa a su fin y no deje estelas, marcas, experiencias traumáticas.
Comprender lo que nos pasa
El significado etimológico de la palabra comprender es: abarcar, rodear por todas partes, entender, percibir. El de la palabra entender es: percibir por medio de la inteligencia el sentido o significado de algo, tender, desplegar.
Para que cualquier cosa que nos perturba sea modificada, es fundamental que uno la comprenda, que la entienda, y si vemos el significado etimológico de la palabra, vemos que para entender algo es necesario que ello se despliegue y para que algo se despliegue es necesario que no se lo resista, que no se lo enjuicie, ni se justifiquen sus causas y motivos. También, es necesario que no se nombre al estado, es decir verbalizarlo interiormente, porque al nombrarlo lo objetivamos y nos separamos de él, es decir que hay que estar en un estado de comunión con él para dar lugar al despliegue de los contenidos, del entramado que tiene con muchas otras cosas.
También vemos que otros significados que tiene la palabra comprender, es el de abarcar, rodear por todas partes, ¿y eso puede suceder si resistimos algo?.
Para abarcar algo es necesario que se exprese, que aflore, que den a luz las causas no conocidas, es decir ver al estado completo, integro, no ver una parte sola del estado observado.
Otro significado de la palabra entender, es de percibir por medio de la inteligencia, no nuestra inteligencia, sino la inteligencia que opera en la vida cuando no estamos atrapados por nuestros particulares condicionamientos.
Los condicionamientos se expresan y se manifiestan en el pensar, todo pensamiento es fruto de un particular condicionamiento, por lo tanto esos condicionamientos generarán pensamientos y una visión subjetiva, no podrá haber claridad frente a algo cuando es examinado por el pensamiento, ya que este es fruto del condicionamiento.
Percibir sin pensar sucede cuando observamos algo sin nombrar, sin verbalizar cuando observamos en un estado de atención.
¿Podemos observar nuestros estados libres de la palabra?.
Todos nosotros hemos vivido, en algún momento, tal vez sin darnos cuenta, por ejemplo cuando miramos la salida del sol en el mar; frente a esto solemos decir que nos quedamos sin palabras debido a la comunión entre uno y el hecho observado.
Al no poner en palabras aquello que se nos expresa interiormente, damos la posibilidad de percibir más allá del pensamiento, y entonces, desde ese silencio natural, estamos generando el espacio interior para que se develen los contenidos ocultos, no conocidos que permitirán terminar con la situación generada.
Las cosas simples
Todo lo que se ha estado exponiendo es muy simple y tal vez por esa misma simpleza no se lo comprende ni se lo tenga en cuenta. Pareciera ser que es más fácil para el humano comprender a partir de ideas complejas, de elucubraciones, de grandes teorías.
Esta forma de abordarse no requiere ningún estudio, ni técnica en particular, no hay posiciones físicas, ni horarios determinados, ni nada que aprender, ni nadie a quien seguir o depender, solo el interés genuino de uno por conocer y entender todo aquello que se nos expresa.
Y esto ocurre cuando nos damos cuenta que la tarea del conocimiento de uno mismo, es la tarea madre de todas, sin ello el resto de las acciones estarán teñidas de una carga de conflictos.
Solo queda estar atento, observar, curiosear, investigar, percibir, todo lo que momento a momento se nos expresa. Es vivir en un estado de atención profunda por lo que sucede externamente e internamente.
No tratar de ser nosotros los que cambiemos las cosas o estados psicológicos que perturban, es la vida toda la que las cambia, cuando quedan expuestas, cuando no las resistimos y nos entregamos creativamente a ellas.
Queda reflejado en lo dicho anteriormente sobre la importancia de vivir meditando, en cada momento, dejando que la meditación impregne todo nuestro cotidiano vivir, esto hace de la vida una aventura apasionante.
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