Y cuando me hayas leído, tira este libro y sal. Quisiera que mi libro te proporcionase el anhelo de salir; salir de donde sea, de la ciudad donde vivas, de tu familia, de tu aposento, de tus pensamientos. No te lleves contigo mi libro. Si yo fuese Menalcas, te habría cogido de la mano derecha para guiarte, tu izquierda la habría ignorado, y esa mano, luego de haberla tenido muy apretada, la hubiese dejado suelta cuando estuviéramos lejos de las ciudades, y te hubiera dicho: “Olvídame”. Que mi libro te enseñe a interesarte más por ti que por el mismo, y, después, más por todo lo demás que por ti mismo.
Que la importancia este en tu mirar, no en la cosa mirada.
Obrar sin juzgar si la acción es buena o mala. Amar, sin inquietarse de si se trata de un bien o de un mal. Natanel: Te enseñare el fervor. Una existencia patética, Natanel, antes que la tranquilidad…..
Natanel: la desgracia de cada ser humano proviene de lo que cada uno es, de su manera de mirar y de que subordina lo que ve a su propia identidad. No admitas ya nada lastimero en tu corazón. Aprende a obtener de ti aquello que hace que la queja sea inútil. No implores a los demás lo que tú, tu solo, puedes obtener. Camarada, no aceptes la vida tal como te la presentan los hombres. No dejes nunca de persuadirte de que la vida podría ser más bella; la tuya y la de los demás; no otra vida, futura, que nos consolaría de esta y nos ayudaría a aceptar su miseria. No aceptes eso. El día en que empieces a comprender que el responsable de casi todos los males de la vida no es Dios, sino los hombres, no te resignaras mas a estos males.
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